En la gestión diaria de cualquier organización, ya sea al abordar la estrategia, la innovación, el liderazgo o los procesos de cambio cultural, es fundamental centrarse en los hechos visibles, en lo que llamamos evidencias.
Por ejemplo, podemos observar una caída en las ventas, un proyecto que se retrasa, una rotación de personal inesperada, o una decisión que se anuncia pero nunca se implementa. Estos son eventos, son meras señales de lo que ocurre en la superficie, es decir, lo visible. Sin embargo, es vital comprender que rara vez constituyen el problema central. Si nuestra acción se limita a reaccionar únicamente ante estos hechos, es muy probable que los resultados no cambien y que sigamos enfrentando los mismos desafíos una y otra vez. Para una mejora real, necesitamos ir más allá de la superficie y explorar las causas subyacentes.
¿Qué es el modelo iceberg?
El modelo del iceberg, recogido en System Thinker de Ed Cunliff , propone una forma más profunda y estructurada de pensar en problemas complejos. Su premisa es sencilla, ya que apunta que lo que vemos es solo una pequeña parte del sistema, y para intervenir de forma efectiva, necesitamos ir más allá.
El modelo nos invita a observar cuatro niveles:
- Eventos: lo que ha ocurrido. Lo que capta nuestra atención porque es visible y concreto. Se trata de las evidencias.
- Patrones de comportamiento. Lo que se repite con el tiempo. Indicadores de que el evento no es algo aislado.
- Estructuras sistémicas. Procesos, normas, políticas, relaciones, incentivos… todo aquello que crea y mantiene los patrones.
- Modelos mentales. Creencias, supuestos y valores profundamente arraigados que guían decisiones y comportamientos de forma inconsciente.

Veámoslo con un ejemplo práctico
Una empresa tecnológica lanza varios productos al mercado. Todos bien diseñados, técnicamente fiables, desarrollados con un time to market adecuado. Sin embargo, ninguno logra una adopción significativa, las ventas no despegan, los equipos están frustrados, y la dirección pide explicaciones.
Desde la superficie (evento), el diagnóstico puede parecer claro: “el lanzamiento ha fallado”. La solución inmediata: “mejorar la campaña de marketing”. Pero si aplicamos el modelo del iceberg, la perspectiva cambia:
- Patrones. Esta situación se ha repetido con los últimos cuatro productos. No es algo puntual.
- Estructuras. Descubrimos que los productos se diseñan sin contacto real con el cliente final. No hay validación temprana y el feedback llega cuando ya es demasiado tarde.
- Modelos mentales. El equipo de producto opera bajo una lógica de “construimos lo que creemos que es mejor técnicamente”, en lugar de partir de necesidades reales. Existe una visión profundamente tecnológica, no orientada al usuario.
Trabajar con el modelo del iceberg nos obliga a cambiar la mirada y dejar de pensar solo en acciones correctivas y empezar a explorar palancas estructurales para intervenir sobre lo importante. Y sobre todo, poner en cuestión nuestros propios modelos mentales, que usamos para interpretar la realidad.
¿Te gustaría aplicar esta forma de pensar en tus propios retos con la ayuda de la IA?
Te comparto un prompt útil que puedes utilizar con IA generativa:
«Actúa como un experto en pensamiento sistémico. Estoy analizando un problema: [describe aquí tu situación]. Ayúdame a descomponerlo con el modelo del iceberg. Identifica los eventos, patrones, estructuras y modelos mentales implicados. Formula preguntas para cada nivel que me ayuden a profundizar en el análisis. Finalmente, sugiere palancas de intervención que sean coherentes con el marco definido. Dame los resultados en una tabla».
Este tipo de análisis es especialmente útil en procesos de transformación organizativa, definición estratégica o rediseño de modelos de negocio. No se trata solo de pensar diferente, sino de bucear en los problemas para que del análisis puedan surgir medidas diferentes.
¿Y tú? ¿Estás resolviendo síntomas o estás abordando las causas?
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